Acto dos: Ambos, Quezada y Del Castillo, caen envueltos en escándalos de índole económico y político.
Acto tres: El presidente García pide que se acelere un proceso judicial para los ''corruptos''.
Acto cuatro: Quezada y Del Castillo no soltarán, según declaraciones, la secretaría del partido.
El presidente está en la encrucijada más grande, según sus detractores: Salir del partido equivaldría a ser apedreado por quienes creyeron en él, aliados dentro del partido, y apedreado por quienes pronosticarían una caída, tipo cáncer terminal, del partido a lo largo de los lustros. Mantener a los secretarios le costaría puntos en contra durante uno o dos decenios más.
Esto último no por afán de ser vidente, sino por el coste que pagó el Partido Aprista Peruano al quitarle bridas a García y su populismo desbocado y hediondo en las acusaciones que crecen como charco, no más.
Para ser bienintencionado, creer que alguno de los dos pagarán con la cárcel las acusaciones -yo me reservo el derecho de creer en su culpabilidad- sería como decir que Del Castillo u otro aprista ganará las elecciones presidenciales en el 2011 sobre Castañeda, Ollanta y K. Fujimori juntos.
Si esto fuese -y lo digo con toda mi añoranza- un teatro nuevo con nuevos actos y nuevos papeles, Del Castillo y Quezada deberían pedir su renuncia a la secretaría vía MSM y no fax.
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